Los efectos de los mandalas en las tres dimensiones del ser: mente, cuerpo y espíritu, se logran cuando pintamos dentro de un círculo, de forma contemplativa meditando en su geometría o al caminar en laberintos.
En la parte terapéutica, el mandala permite la comunicación de los contenidos inconscientes a nuestra mente consciente, develando información que no podemos o que no queremos ver. De esta forma sana la fragmentación psíquica, haciendo que integremos nuestra sombra. Permite acallar la incesante actividad cerebral para encontrar momentos de paz y comunión con uno mismo. La práctica habitual de crear o meditar con mandalas, nos conecta con una dimensión de nuestro ser que nos habla de quiénes somos y para qué hemos venido.
En el área de la salud, se ha estudiado científicamente cómo las imágenes impactan al cerebro humano y emiten una respuesta fisiológica. Meditar con los mandalas o pintarlos nos produce una sensación de relajación que se traduce en un mejoramiento de las condiciones físicas: se regula la presión arterial, la temperatura, la producción de hormonas, se activa la serotonina y las hormonas del placer, se estimulan las células Killer T responsables de atacar al cáncer, y en líneas generales, se mejoran los estados anímicos y se potencia el sistema inmune.
Son muchos los beneficios espirituales que obtenemos cuando activamos los mandalas en nuestra vida. Quizás el más importante es que nos permiten lograr estados meditativos por medio de sus formas y de esta manera, nos reconectamos con nuestro yo superior para reconciliarnos con nosotros mismos. La práctica del Mindfulness o la consciencia plena se logra a través de la meditación activa pintando mandalas mientras hacemos consciencia de nuestro cuerpo y la respiración.
Los mandalas hoy en día son usados en educación para desarrollar la concentración y estimular la creatividad, además de desarrollar los dos hemisferios: el izquierdo responsable del pensamiento analítico, matemático y concreto, y el derecho donde se desarrolla la creatividad y la espiritualidad. El dibujo del mandala permite que funcionen los dos hemisferios de forma simultánea, potenciando en su totalidad las funciones cerebrales y dándole un enfoque integral a las experiencias vividas.